jueves, 24 de septiembre de 2015

Ha-azinu/Vezot-Haberaja

¿Qué otra cosa han hecho los Hijos de Israel sino escuchar? "Devarim" supuso escuchar a Moshé en largo y pormenorizado resumen de la Ley. ¿Qué otra cosa han hecho los Hijos de Israel sino andar? ¿Qué han hecho sino estar prontos, atentos, predispuestos? Es que la Torá no podía finalizar sin estos cuatro elementos que denominan sus últimas cuatro porciones:
  • estar atentos                            Nitsavim
  • estar en movimiento               Vayelej
  • escuchar                                  Haazinu
  • ser bendecidos                        Vezot-Haberaja
Como desde el principio en el Génesis, cuando una padre va a morir corresponde una bendición. "Vezot-Haberaja" cierra la relación única de Moshé con su pueblo del mismo modo que la muerte de cualquier padre cierra la relación con sus hijos. Una relación tan única, tan especial, que el texto señala específicamente: "Y no apareció ningún otro profeta en Israel como Moisés,..." (Deut. 34:10)

A pocos días de Rosh Hashaná y Iom Kipur cabe preguntarse quién es "el padre"; no en vano cantamos "Avinu Malkenu", "Padre nuestro Rey nuestro" (que no es lo mismo que un Padrenuestro). ¿Acaso "El padre es dios? Moshé no es padre sino maestro, "rabenu", nuestro maestro. Tenemos tres padres y cuatro madres: Abraham, Itzjak, y Iaacov; Sarah, Rivka, Rajel, y Leah. Desde ellos el mito construye la genealogía, mientras que la de Moshé muere con él. Hasta su hermano Aarón funda el linaje de los "cohanim", los sacerdotes, función largamente perimida. Moshé se lleva consigo su imponente rol y figura. Si dios es el "padre celestial", podríamos decir que Moshé ha sido casi tan padre como él; para que no haya duda que dios es uno solo, Moshé muere del mismo modo que dios crea: por la palabra. De Moshé sólo palabras quedarán, éstas que hemos leído a lo largo del año.

Hace poco más de diez días hemos comenzado a recrear este cierre: nos hemos preparado para los días solemnes que la tradición marca (Nitsavim); nos hemos movilizado para llegar a nuestros semejantes (Vayelej); hemos escuchado no sólo la Torá como a lo largo del año sino el Shofar como mandamiento específico (Haazinu); y finalmente nos hemos colmado de bendiciones recíprocas para el nuevo ciclo que se iniciará al final de Sucot.

De ese modo cada año tenemos una nueva oportunidad: ya sea de contarnos el Éxodo, de contar el Omer, o de contarnos nuestros errores en comunidad. Cada año podemos elegir: sabemos que recorreremos el mismo camino aunque acometamos nuevos desafíos. Un año sumará al otro y el otro al siguiente, unos sumaremos a otros y otros a otros más. De ese modo estaremos seguros que, aunque no aparezca otro Moshé, su palabra la repetiremos año a año. 


sábado, 19 de septiembre de 2015

Vayelej

En la medida que la Torá va llegando a su fin (lo cual se "siente" en el texto, en especial porque sabemos que Moshé va a morir antes de cruzar el Jordán) los textos tienden a repetirse pero sobre todo a acortarse: "Vayelej" es la porción de la Torá más corta. ¿Acaso hace más fácil acometerla? Por cierto que no. "Vayelej" es breve pero también fatalista: la profecía mosaica es que el pueblo se apartará de la Ley eligiendo "la maldición" de la que se hablaba en las porciones anteriores.

La respuesta lineal o literal a esta premonición es clara; el texto es inequívoco: guardar el texto, reproducirlo, y estudiarlo por las generaciones venideras. Tan sencillo resulta que en torno a esa acción se ha construido la supervivencia del pueblo judío. Nadie puede negarlo: ni seculares ni ateos ni agnósticos ni tradicionalistas ni sionistas. La reproducción del texto canonizado, la lectura en forma periódica (semanal), y el comentario han cimentado nuestra permanencia. No importa que lo practiquemos o siquiera tengamos consciencia de ello; ha sido así. Aun pensadores iluminados y modernos, aun aficionados como somos, lo que hacemos es re-visitar el texto (del inglés "revisited") una y otra vez, lo tengamos en frente o abrevemos de la tradición oral.

Sin embargo esta lectura tan directa sirve más cultores del judaísmo dogmático y riguroso, casi binario, que a quienes gustamos de "interrogar" el texto desde un punto de vista más humano y menos sectario. Es la enésima lectura la que nos puede "hablar" a quienes no creemos que el cumplimiento de los preceptos es el salvoconducto para una vida mejor. Para quienes la complejidad y diversidad son parte irrenunciable de la condición humana, "Vayelej" merece una lectura más esencial que la de "crimen y castigo". Dejemos eso para la ortodoxia más pediátrica...

"Vayelej" es acerca de sucesiones y herencias. Ante la certeza del final, largamente anunciada pero ahora inminente, Moshé le habla a Yehoshua con las muy citadas palabras "jazak ve-ametz", se fuerte y valiente. Uno puede imaginar el paisaje bucólico, el gigantesco campamento de las tribus de Israel, enfrentado al desafío de atravesar el río para convertirse en guerreros full-time; lo pastoral enfrentado la guerra, dos imágenes fuertemente contrastantes. No en vano se precisa un líder fuerte y valiente, en oposición a uno sabio y anciano.

La herencia no es sólo la tierra sino también la palabra. "Vayelej" incluye a ambas. En lo inmediato, el pueblo deberá pelear por la tierra que le fue prometida; en el largo aliento, el pueblo deberá pelear por su "genealogía del texto", usando el término acuñado por Salzberger-Oz. Una vez más, es asombrosa la vigencia del texto: Israel se ha desarrollado como un estado de alta seguridad a la vez que preserva su herencia textual y cultural. De la industria armamentista pasando por la alta tecnología y las "start-up", a la proliferación de estudios judaicos tanto ultra-ortodoxos como seculares, "Vayelej" hace honor a su nombre. Israel va.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Nitsavim

Me impresionó su brevedad y contundencia. En términos relativos y en términos absolutos: el texto es corto, es conciso, claro, inequívoco. En este contexto incluye algunas de los versículos más potentes a la vez que esenciales a la naturaleza judía:

  • ·          “Todos vosotros estáis hoy presentes…” Deuteronomio 29:9
  • ·      .    “Las cosas secretas pertenecen al Eterno nuestro Dios, pero las cosas que son reveladas son        para nosotros…” Deuteronomio 29:28
  • ·          “No están en el cielo…”   Deuteronomio 30:12
  • ·          “… escoger la vida”      Deuteronomio 30:19


Uno de los “problemas” es que los textos, como suele inevitablemente suceder, pierden en la traducción. Traducir ciertas palabras como “nitsavim” o “nistarot” supone sacrificar significado.

Como señalaba Rodrigo Varscher en la NCI de Montevideo el pasado viernes, “nitsavim” supone una actitud, una postura, una disposición. No es meramente “estar”, sino estar con un propósito. De igual manera podemos decir que los judíos no debemos simplemente “estar” o “pasar” sino que hacerlo con un fin. Es el sentido de la construcción progresiva en el tiempo lo que nos libera del fatalismo de la repetición estéril. “Nitsavim” no habla de escuchas pasivos sino de un colectivo en la línea de largada de una maratón. 

“Nistarot” sería algo así como “lo oculto, lo escondido, lo secreto”; no son “cosas”, sino esencias, acciones, en definitiva, intangibles. Lo opuesto es “lo revelado, lo descubierto”, “nig(a)lot”. Me atrevería a llamar a estas opciones, en términos “modernos”, kabalá y Torá. La primera es la disciplina de lo oculto que tantos perseveran en descifrar u ofrecen como receta mágica para el encuentro con uno mismo; la segunda, la Torá, es un compendio de instrucciones, historias, reflexiones, interpretaciones con los que el Hombre lidia día a día. Como dice el texto en forma explícita, existen “cosas” que no están al alcance del hombre a la vez que otras sí.  

La lectura no es excluyente sino paradójica: si reconocemos nuestras limitaciones somos más sensibles a nuestras posibilidades.

Porque “no está en el cielo”, porque es alcanzable, lo revelado supone lo descubierto. De la postura alerta de “nitsavim” ya hemos pasado a correr la carrera con perseverancia en la búsqueda, porque sabemos que está ahí nomás… Esta perseverancia supone la vida que elegimos: vida en movimiento como opuesto a muerte y desolación si no perseveramos.

“Nitsavim” no escapa al discurso moralista de la Biblia: está el libre albedrío pero premios y castigos están bien claros; está todo al alcance de nuestro conocimiento, pero debemos tener presente que tenemos un límite, por remoto que sea. Sin embargo, como texto teológico, me parece insuperable: dota al ser humano de un potencial inagotable. En términos empresariales actuales, “Nitsavim” es acerca de “empowerement”; no “power to the people”, sino empoderamiento. Valga la diferencia.


Shaná Tová!

sábado, 5 de septiembre de 2015

Ki-Tavo

El texto retoma la dicotomía bendición-maldición que planteó en "Ree" (Deut. 11:26): si el pueblo cumple los mandatos, será bendecido; de lo contrario, será maldecido. Es simple, es binario; es un lenguaje informático. Las complejidades quedan afuera, para más adelante: seremos los hombres los que nos ocuparemos de la casuística, los matices, las interpretaciones, los atenuantes, las líneas difusas. Acá es todo simple, básico, contundente. Si se quiere, es un lenguaje aplicable a niños pequeños (al menos en la pedagogía tradicional): si se porta bien, se lo premia; si se porta mal, se lo castiga.

Sorprenden los extremos: las bendiciones nos ubican, como pueblo, por encima del resto de la humanidad, como una suerte de ideal encarnado; las maldiciones, por otro lado, son sistemáticamente destructivas, humillantes, casi irreversibles: "Y tu número quedará reducido a unos pocos, ..." (Deut.28: 62). ¿Acaso el texto pienso en un proceso dinámico o en opciones absolutas y excluyentes? Es notoria la desproporción entre bendiciones y maldiciones: las segundas son más, mayores en magnitud, terribles en intensidad, y terminantes, mientras que las primeras son ideales aspiracionales, más abstractos, inconmensurables, eternos. Dicho de otro modo: las maldiciones suenan reales, verosímiles usando el término de Todorov, mientras que las bendiciones suenan a "wishfull thinking".

El pueblo judío ha sido frecuentemente atacado por el tan complejo adjetivo de "elegido". Muchos judíos están muy incómodos con este concepto de "pueblo elegido". La lectura de "Ki-Tavo" complejiza especialmente la comprensión del concepto. No sólo somos "elegidos" o "apartados" para servir a dios y cumplir sus preceptos, sino que hacerlo supone un premio traducido en triunfos y bendiciones; no hay forma de eludir esta lectura "cualitativa" que muchos tratamos de soslayar. Sin embargo, si leemos el texto completo y tomamos en cuenta las maldiciones la cuestión de ser "elegidos" no parece tan positiva. Si miramos la historia en retrospectiva, la antigua y la reciente, nos damos cuenta que en realidad hemos vivido en la maldición, y sólo ocasionalmente en la bendición. Es esta ecuación la que explica con mayor profundidad nuestra condición de "pueblo elegido": la demanda en enorme, el castigo inconmensurable. Como cualquier hijo, vivir entre tales demandas es simplemente traumático.

Si hemos vivido como "malditos" estos últimos diecinueve siglos, desde 70 EC hasta el siglo XX, cabe preguntarse si acaso no estamos iniciando dos mil años de historia de bendiciones. Que los montes Gerizim y Ebal en realidad representas eras diferentes: ascendimos hacia le bendición en tiempos de David y Salomón para caer en la maldición (debidamente anunciada por los profetas), la división, y la dispersión. Acaso podemos imaginar nuevamente un tiempo de redención y construcción de bendiciones. Las amenazas persisten, desde dentro y fuera; pero nuestro afán mesiánico nos impulsa. Acaso el desafío sea que nosotros mismos escribamos el texto de las bendiciones. Que de maldiciones ya tenemos bastante.


sábado, 29 de agosto de 2015

Ki-Tetse

A cinco shabatot de cerrar el ciclo de lectura parecería que la Torá no nos ahorra el vértigo de mitzvot, preceptos, que como hijos de Israel debemos obedecer. Aunque no se ajuste exactamente a la definición de "lista" propuesta por Umberto Eco en su libro "El Vértigo de las Listas", hay algo abrumador en la acumulación de preceptos, rituales y castigos que encontramos en "Ki-Tetse". Moshé sabe que el tiempo corre, que los plazos vencen, que su destino está sellado, y por lo tanto acumula orden tras orden, precepto tras precepto, castigo tras castigo; en frases cortas y argumentos tan contundentes como axiomáticos.

Frente a un texto como este los rabinos enfrentados con su dvar-Torá semanal seguramente escogen alguno de las decenas de preceptos y se explayan sobre el mismo; hay para elegir, para todos los gustos. Quienes quieren ver en La Biblia un texto anacrónico y terrible, hasta cruel, también tienen lo que elegir: ya sea el hijo desobediente o la mujer que mintió acerca de su virginidad, ambos deben ser apedreados hasta morir. Quienes por otro lado quieren ver en la Torá un texto perfecto, profundo, y sabio más allá de todo tiempo y circunstancia, encontrarán aquí cantidad de instrucciones de un valor actual y relevante sin parangón: la defensa de la mujer repudiada (divorciada), la defensa de la mujer violada, la defensa de la viuda, las protección del siervo o esclavo, la igualdad de los "pesos" o medidas para medir en forma justa, la obligación de dejar atrás lo no recogido del campo para el pobre o el extranjero... no tiene sentido enumerar lo que puede ser leído en el texto.

Elijo cuestionarme y comentar acerca de dos versículos: Deut. 21:15-17, sobre los derechos de primogenitura del hijo de una mujer no amada frente al hijo de la otra mujer sí amada; y Deut. 25:17-19, acerca del recuerdo de Amalec.

En el primer caso, es notable como puede uno imaginar que la historia patriarcal estaba presente en forma indeleble y profunda en la memoria colectiva, en la narrativa, del pueblo. No somos nosotros miles de años más tarde que unimos las historias y generamos una "tradición" y un mito, sino que los mismos estaban ya entonces, en el momento en que se fueron "cerrando" estos textos, muy presentes en la consciencia colectiva. El tema de la preferencia o elección es esencial no sólo en las historias bíblicas desde Caín y Abel, pasando por el paradigmático caso de Iaacov y Esav o el más complejo caso de Iosef y sus hermanos; el tema es esencial como pueblo cuando nos definimos como "elegidos", "apartados", "santificados" por dios para cumplir determinada misión en la creación. De modo que en la lectura de estos versículos reconocemos dos asuntos: uno, que los padres tendemos tener preferencias que el precepto busca neutralizar dando un orden y una prioridad; dos, que aun cuando uno es "elegido" no puede NO reconocer el derecho del otro. Hay un sentido de justicia que prevalece por sobre lo "sagrado" o "elegido".

En el cierre de "Ki-Tetse" el mandato es ambiguo: por un lado recuerda lo que te hizo Amalec; en términos modernos, recuerda la Shoá; por otro lado, cuando finalmente te asientes en tu tierra, cuando llegue el tiempo de la redención y "descanses de todos tus enemigos", debe borrarse la memoria del enemigo. Uno no puede leer esto como otra cosa que no sea poner el pasado atrás y reconocer el nuevo tiempo de redención. No habrá más Amalec; debemos olvidarlo. Una vez más, en términos actuales, significa reconocer que debemos crear círculos virtuosos en lugar de abrir eternos círculos viciosos. Si bien el texto es ambiguo y el mandato por tanto difícil de cumplir, si lo leemos como aspiración puede resultar especialmente inspirador.


Shoftim

Como la vida, también un texto está lleno de tensiones y contradicciones. Oscilamos entre lo aspiracional y lo cotidiano; entre la propuesta y la acción; entre el ideal y la realidad. Casi nunca las cosas son como quisiéramos que sean. Algunas veces los seres que amamos y elegimos se alejan del ideal que en ellos proyectamos; aun así continuamos eligiéndolos; eventualmente aprenderemos a amarlos de manera diferente. En definitiva, todos sabemos que día a día hacemos concesiones y nos adaptamos a la realidad que nos sale al encuentro; pero nunca dejamos de saber cuáles son nuestras aspiraciones e ideales.

En los últimos años muchos judíos, en Israel y en la diáspora, hemos aprendido a vivir con una realidad llamada Netanyahu. En mi caso personal, ni su estilo ni su ideología corresponden a ideales a los que aspiro, y me consta que al setenta por ciento de los votantes israelíes tampoco. Sin embargo, allí está. Entre los ideales de izquierda y los de derecha, por oposición o coalición, él se ha convertido en el hombre bisagra que puede abrir las puertas de cierta viabilidad. No nos gustan sus decisiones, su estilo, su discurso, pero su poder es legítimo. Él es más real que cualquier ideal; lidia con realidades y va resolviendo a su leal saber y entender.

Por qué sigue construyendo en los territorios; por qué nombra embajadores “halcones” para puestos medulares en la diplomacia israelí; por qué ofende al presidente de los EEUU de turno; por qué se demora en detener a los terroristas judíos. Todos son interrogantes válidos y producto de la realidad: Netanyahu ha tomado decisiones tan controvertidas como esas y a muchos de nosotros nos deja perplejos. No porque no lo esperemos, sino porque no lo entendemos. No sabemos a qué conduce todo esto. Acaso él mismo no lo sepa; acaso sea el uso del poder por el poder mismo; acaso sea la perseverancia en el statu-quo.

Acaso Netanyahu leyó mal la porción de la Torá de esta semana: Deut. 16:20, “Sólo buscarás la justicia para que vivas y poseerás la tierra que el Eterno tu Dios te dio en heredad”; o como suele traducirse en actos institucionales, “justicia, justicia perseguirás…”.  Acaso sustituyó “poder” por “justicia” y así entiende que viviremos y poseeremos la tierra: “poder, poder perseguirás…”.

El texto bíblico original es ambiguo: puede leerse como que la palabra “justicia” se repite dos veces, o que en un caso es adjetivo y en otro sustantivo (“justa justicia perseguiras”), o incluso que es una apelación y “justicia” es un ideal (“Justicia, justicia perseguirás”); esto último sería más Shakespeare que Biblia, pero es una posibilidad. De todos modos, el texto bíblico insiste en que la justicia debe ser buscada, literalmente perseguida, como se persigue un ideal. En la duplicación de la palabra yace la magnitud de su fuerza conceptual. Si oponemos, casi por el absurdo, “poder” a “justicia” queda más clara la connotación de ambas palabras.

“Shoftim”, la porción de esta semana, lidia con los temas centrales de justicia: puertas adentro, y puertas afuera. Nos instruye a nombrar jueces y policías y pauta cómo manejarnos en diferentes situaciones, ya sea dentro del pueblo o respecto a otros pueblos. Podemos cuestionar algunas de las resoluciones propuestas por el texto, pero no podemos dejar de reconocer su afán en “perseguir” justicia.

Así como no podemos entender en su totalidad el texto bíblico, tampoco podemos entender del todo la realidad que nos toca vivir. Así como hay alguna razón para incluir ciertos versículos, suponemos que habrá razones para tomar ciertas decisiones. Más aún: así como no compartimos muchas de esas decisiones, aun cuando nos incomodan, aun cuando las criticamos, no dejamos de ser parte del colectivo en cuyo seno ellas surgen; de igual modo, aun cuando el texto bíblico muchas veces nos incomoda o violenta, no dejamos de reconocerlo como texto fundacional ni a nosotros mismos como parte de su heredad.

Una vez más, el texto nos permite encontrar un versículo con el que sí nos sentimos representados:  en Deut. 19:14 dice: “No moverás haciendo retroceder los lindes de la tierra de tu prójimo que tiene derecho a ella desde antiguo en el territorio que el Eterno os dio por heredad.” Lo curioso es que esta frase está aislada en medio de un texto que puede leerse como alentando la destrucción y el desconocimiento del vecino. Parece ser que la cuestión está en qué versículo elegimos para construir realidades. Pero como el texto en toda su complejidad nos muestra, las realidades son siempre más complejas que una frase aislada.


Es un equilibrio sutil. Algunos prefieren quedarse en lo firme y no correr riesgos. Otros parecen desconocerlos. Lo “justo” es acaso lo más difícil de lograr.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Ree

Porciones de la Torá como ésta me obligan a insistir en mi percepción de Deuteronomio como un primer comentario u ordenamiento del texto que lo precede desde Génesis hasta Números. Si bien el texto afirma que es la palabra de dios en boca de Moshé, no podemos ignorar el hecho de que ahora es Moshé quien habla cuando en los libros anteriores hablaban dios, Moshé, y el resto de los protagonistas de la historia, incluido "el pueblo" en términos genéricos. Hay un ordenamiento del material muy diferente al de los libros anteriores; el efecto "resumen" es notorio y explícito. Más aún: el punto de vista es estrictamente de Moshé, obsesionado con el Jordan y la tierra que yace del otro lado; es una perspectiva estrictamente personal, cuando en los otros cuatro libros la perspectiva era de un narrador omnisciente, o sea, dios.

Dicho esto, la vastedad, profundidad, y detalle del texto obliga seleccionar el foco. Si intentamos un resumen, diría que "Ree" es acerca de: la idolatría; la alimentación; el contrato social; y las tres festividades de peregrinación: Pesaj, Shavuot, Sucot.

El texto abre con una opción: se puede elegir. Una elección supone bendición, la otra maldición; ambas opciones yacen al otro lado del río, en la "tierra prometida". No se condiciona el destino del pueblo, la promesa divina de la tierra; lo que se condiciona es la conducta una vez en la tierra. Si dios ha cumplido su parte, el pueblo debe cumplir la suya. Aun así, en el mero enunciado de opciones, se reconoce implícitamente la posibilidad de conductas no adecuadas. En ese sentido, la idolatría es la falta más grave. A tal punto, que uno debe convertirse en "guardián de su hermano" y perseguir a quienes se desvían de la conducta indicada.

La interpretación literal de este texto es la causa de que judíos juzguen a otros judíos en su forma de entender no sólo el texto sino el cumplimiento de los mandamientos divinos (mitzvot). Hay quienes se erigen en jueces y en el proceso pueden oscurecer los tenues límites entre celo religioso y moral humana lisa y llana. Con el pretexto de cumplir el mandamiento de corregir los desvíos de conducta en terceros hay quienes incurren en el agravio y la ofensa; sin profundizar en temas tales como corregir conductas homosexuales, por ejemplo.

El problema sin embargo no es el texto. Apenas uno lo confronta reconoce su tono amable, motivador, e inspirador. Si bien hay imágenes fuertes como apedrear al prójimo idólatra, uno puede entenderlas como parte del contexto histórico, del lenguaje bíblico en su totalidad. La historia del judaísmo prueba que estas prácticas son más un enunciado que una conducta ya que la capacidad interpretativa que está comenzando en Deuteronomio ya no se detendrá nunca. El texto ordena pero explica, prohíbe pero inspira. La lectura fanática corresponde a los fanáticos, no es parte del texto.

El versículo 13:1, "Todo lo que yo te mando has de hacer, sin añadir ni quitar nada", también es un enunciado difícil de entender a la luz de la modernidad y la creatividad humana tal como la entendemos hoy. Una vez más, este tipo de frase habilita conductas intransigentes y totales, absolutas. Sin embargo, sin duda no estaríamos hoy aquí como pueblo y como narración si no hubiéramos adaptado el texto a la realidad. El versículo parece negar el lado dinámico de la Torá, si es que podemos entenderla de ese modo. Tal vez pueda entenderse si en "Todo" incluimos lo dicho y lo no dicho; es decir, si nos dedicamos a llenar los vacíos del texto. Entonces el "todo" es tan grande como nuestra capacidad de recrearlo y aplicarlo.